¿Gritó el Vikingo o raspó la olla?
¿Nokia está viva y activa?. Por lo que hizo saber la junta
directiva de la empresa finlandesa a sus dueños, en la reunión anual de
accionistas realizada la semana pasada en el centro de operaciones de los
finlandeses, en Espoo, Finlandia, podríamos decir que sí.
Sin embargo, la repartición de ganancias en un momento
difícil, el peor en la historia reciente de Nokia, dejó mucho que desear. Y así
lo hizo saber la bolsa de valores de Helsinki, que depreció aún más el valor de
la empresa. ¿Rasparon la olla? podríamos decir también que sí.
Esa duda es la que resta valor a Nokia y deja libre muchas
suspicacias. Por una parte, se vio de
forma positiva la salida de Jorma Olilla de la presidencia de la empresa y la
llegada al poder de Risto Siilasmaa.
La acción generó cierto impacto en la audiencia mundial, por
las agresivas decisiones tomadas en la fría Finlandia, poco acordes a las pasivas y ortodoxas acciones que
caracterizaron a los escandinavos.
Olilla reconoció esa pasividad; sabe el ex - líder que sobre
sus hombros pesan los mejores y peores momentos de Nokia. La subida a la
cúspide mundial, a principios de la década y la posterior caída que la lleva a
niveles impensables de descrédito.
Pesó enormemente que Standard & Poor's y Fitch rebajaran,
hace poco más de una semana, su nota crediticia y la colocaran al nivel de bono
basura. El motivo, las impresionantes caídas de sus ingresos. Sólo en el primer trimestre de 2012 las
pérdidas ascendieron a 1.572 millones de euros netos.
Poco más de 3 dólares es el precio de una acción de Nokia en
el mercado tecnológico de Nasdaq. Una cifra que ni el más pesimista pudo
imaginar hace apenas cinco años, cuando los finlandeses eran simplemente
gigantes. Adelantados a sus competidores.
Dormirse en sus laureles, fue un error que Nokia pagó muy
caro. No agilizó su respuesta ante la llegada de Google y tampoco pudo asimilar
ser un "segundón" en los Estados Unidos, mercado que siempre quiso
cautivar.
La alianza con Microsoft, también impensable, podría darle
fuerzas. Windows Phone justa, es un buen sistema operativo, con estilo. Se
diferencia. Su hándicap es el precio de sus aplicaciones, simplemente no hay
contenidos libres.
Pero Nokia no quiere ataduras. Por lo visto esa fue la
impresión que dejó Siilasmaa. Apostarán
a Windows, pero seguirán fieles a las estregias que Stephen Elop, antiguo
Microsoft, explicó hace un año.
Lo mejor, será lo que viene, pareciera apuntar Siilasmaa.
¿Qué harán? es una incógnita; por lo pronto sabemos que buscarán negocios y
ampliar sus fuentes de ingresos. Así lo dejó ver Olilla, en su última
entrevista con Presidente de la Junta Directiva. Harán tabletas e híbridos
tecnológicos. Una apuesta que pareciera retomar los primeros intentos de la
corporación, a principios de siglo, cuando se atrevió a lanzar innovadores
equipos.
¿Podrán? sería una pregunta válida. No dudamos que sí, en la
historia de Nokia la transformación ha sido una constante. Ahora, es el momento
para ampliar los negocios y apostar a ellos con innovación. Atreverse, simplemente atreverse, como lo
hizo Samsung, que a punta de riesgos
logró consolidarse como el principal fabricante del mundo. Algo también poco
pensado cuando el segundo fabricante mundial era Motorola, caída en desgracia y
con futuro incierto, atado eso sí a Google.
Lo valioso de la decisión de Nokia es que puja por su
espacio en el mercado mundial. No quiere caer en el olvido. Saben que están a
tiempo de reaccionar. Importante reacción
que vendrá de la mano con la expectativa y la necesaria competencia que
necesita la industria mundial, que no debe seguir apostando tácitamente a
cerrar el mercado de las plataformas móviles a una pelea entre dos o tres
ecosistemas.
La duda
Ante las enormes posibilidades que tiene Nokia, y el optimismo,
existente, a pesar de la crisis, no puedo dejar de mencionar la duda razonable
ante el poco delicado reparto de acciones que realizaron los accionistas
mayoritarios de Nokia cuando se repartieron dividendos de 20 céntimos por
título, a pesar de las pérdidas millonarias registradas en 2011. En total,
Nokia repartirá entre sus accionistas unos 740 millones de euros en dividendos,
pese a que en el pasado ejercicio sufrió una pérdida neta atribuida de 1.164
millones de euros.
El irrespeto que pareciera ser una "raspada de
olla" afecta las opciones que aún tiene Nokia en el mundo móvil y eso lo seguirá reflejando
el mercado de valores.
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