El año no pudo terminar peor para la industria de telecomunicaciones, tecnologías de la información y electrónica de consumo. El sombrío panorama que se aprecia en el horizonte pondrá al país en una situación difícil para la inversión, que será poco atractiva por el excesivo proteccionismo y estatismo que se sentenció con las leyes orgánicas de telecomunicaciones, ciencia y tecnología y la ley resorte.
Paradójicamente las reformas metidas con velocidad de un bólido Formula 1 se implementarán con el Gobierno con las arcas vacías. El petróleo comprometido por varios años e incluso generaciones no será la bombona de oxígeno que la administración Chávez tendrá para endulzar corazones y sostener su proceso político, económico e ideológico.
En lugar de estimular la inversión en áreas donde Venezuela tiene probadas ventajas competitivas, como lo son las telecomunicaciones y la informática, se apela a cercenar el derecho a las empresas y emprendedores a desarrollar e innovar en pro de un beneficio, sin limitarlo en preceptos individualistas o altruistas.
La fuente de ingresos primordial del aparato gubernamental estará en la recaudación fiscal. Incremento al IVA, el posible retorno del Impuesto al Débito Bancario, serán “las recetas mágicas” que llevan décadas implementándose, por cierto, y que nunca, nunca resolvieron el déficit que genera una economía paternalista, dirigida y amoldada a un interés.
Nuestro sector tecnológico será menos competitivo, atado a las metas, planes de inversión y formas cómo el Estado entenderá el desarrollo de un sector cada vez más fundamental para todo el sistema económico en su conjunto.
Lo que pasa a ser lamentable es el tiempo que se perderá. 2011 será un año clave para muchos países de la región que comenzarán a desarrollar su infraestructura para la 4G móvil; licitaciones, nuevas bandas de espectro, llegada de nuevas operadoras, más competitividad y finalmente mejores beneficios para los usuarios.
Será un año base para soportar el 2012, año de implementaciones completas de LTE y de desarrollo de la banda ancha fija a velocidades no acostumbradas en la región. Llegar a este estadio solo ocurrirá si las naciones de la región generan condiciones favorables para la inversión extranjera. Ninguna nación, incluso las más poderosas creen en el mejor de sus sueños o en la peor de sus pesadillas que el Estado amolde el desarrollo telemático en pro de sus intereses.
Sin dudas se perderá una excelente oportunidad para atraer capitales, reiniciar la recuperación de la confianza de los capitales nacionales y extranjeros. La única esperanza que queda es que los reglamentos que se creen para las nuevas leyes sí generen ese estímulo que parece estar cercenado.
Será difícil en todo caso que un capital se atreva a invertir cuando tendrá en la cancha de juego al árbitro y al contendor con el mismo uniforme, en distintos roles, pero con iguales intereses.
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