El sinsentido de posponer tu vida
Heberto Alvarado Vallejo
En los últimos 20 años la humanidad en general ha experimentado el vertiginoso avance de la era digital. En estas dos décadas el acceso a servicios en línea, a la información, ha crecido a un ritmo apabullante que avanza en paralelo con los niveles de penetración a internet y de teléfonos celulares.
Recuerdo que a comienzos del siglo XXI, los datos estadísticos sobre el total de usuarios de internet se separaban de la penetración móvil celular. Eran dos aristas distintas, pero, que inevitablemente se unirían en algún momento.
Vayamos al detalle: en 2004, había aproximadamente 676 millones de usuarios de internet en todo el mundo. Menos del 10% de la población mundial. La brecha de acceso era enorme entre países desarrollados y los que carecían de los avances de la sociedad del conocimiento. Incluso, eran evidentes entre ciudades y poblados de los mismos países.
En Venezuela, por ejemplo, el promedio de la penetración a Internet en aquellos primeros años del siglo era de un 30% con ciudades como Caracas, por encima del promedio, casi duplicando la media nacional.
En 20 años, el acceso a internet avanzó a tal punto que ahora hay cerca de 5 mil 500 millones de usuarios de Internet. Es decir, 67,5% de la población mundial tiene acceso a internet. Todos o casi todo con servicios de banda ancha móvil o fija.
El crecimiento de más de un 600% de la penetración ha requerido de enormes inversiones y ha logrado avances inimaginables en el acceso a servicios.
Una situación similar ocurrió con los smartphones. Si bien en 2004 los teléfonos inteligentes eran una categoría, sólo disponible para empresas, altos ejecutivos o autoridades públicas, comenzaban a masificarse.
Eran los años de los llamados “móviles multimedia” los cuales prepararon el camino para el “boom” que se inició con Android y claro está con iOS. Eran los años del dominio de Symbian y que hicieron de Nokia un líder mundial sin margen de discusión.
En ese año, cerca de 1.500 millones de personas tenían un smartphone, sumando aquí dispositivos PALM, BlackBerry y alguno que otro dispositivo multimedia dominado por Nokia..
El punto de inflexión de los Smartphone llegó en 2006, cuando debutó Google Android. Recuerdo que a principios de ese año, durante el Congreso Mundial Móvil de Barcelona, en España, la marca asiática HTC, realizó un evento privado en el cual un grupo de privilegiados verían a Android, el sistema operativo de Google que cambiaría todo.
Un año después, Apple presentó su primera versión del actual iOS. Desde este instante hasta ahora, todo se aceleró.
Actualmente hay aproximadamente 4. 880 millones de usuarios de smartphones en el mundo, lo que representa alrededor del 60.42% de la población mundial. En total, hay más de 7 mil millones de dispositivos en manos de los seres humanos.
Los Smartphone dominan el mundo y si bien tecnológicamente ya podríamos decir que son dispositivos obsoletos, siguen siendo una fuente importantísima de ingresos para todo el ecosistema de marcas, desarrolladores y compañías que han generado un negocio enorme.
Ahora, con la llegada de la Inteligencia Artificial, una tecnología que perfectamente podría impulsar dispositivos nuevos, con mayor impacto, se está revitalizando una industria poderosa, pero que crece a partir de flagelos que lamentablemente ha exacerbado y que conducirá a problemas socioeconómicos graves que incluso pondrán en riesgo la viabilidad de los modelos de negocios establecidos por “la filosofía de las apps”, en la cual, una gama de servicios y entretenimiento se ofrecen con solo tocar un botón.
CUANDO TODO ES FÁCIL, LO DIFÍCIL NO SATISFACE
Toda esta evolución de internet y del acceso a contenidos con dispositivos superveloces, con capacidades de procesamiento de datos a precios accesibles, lejos de impulsar la productividad, están adormeciendo y sobre todo maltratando a generaciones enteras que han crecido en un mundo digitalizado, donde accedes a todo fácilmente.
Comprar en línea, ver películas, escuchar discos de estreno, comprar comida. Todo, absolutamente todo se puede hacer por un smartphone y si bien esta facilidad, en teoría, nos habilita más tiempo productivo, lamentablemente, nos está diluyendo en horas mal invertidas.
Las redes sociales entendieron esto. Desde sus inicios aprovecharon el tiempo de ocio disponible en cada ser humano para desarrollar un modelo de negocio. Una postura que no se puede criticar, pues tuvieron la visión de invertir y generar servicios que calaron muy bien en una población con más tiempo disponible.
Facebook, canalizó muy bien su oferta de conexión de personas. Desde sus inicios, hasta el momento, el emprendimiento de Mark Zuckerberg supo aprovechar su oportunidad y con el tiempo amplió su oferta de servicios adquiriendo empresas con una alta proyección de crecimiento entre los usuarios de dispositivos móviles. Los ejemplos más palpables son Instagram y Whatsapp.
Google, Apple, Amazon, Microsoft son otras empresas que han sabido aprovechar a este consumidor con más tiempo disponible. Cada una, eso sí, con sus propias estrategias y modelos de negocio.
No es casual que en estos 20 años, estas corporaciones pasaron de ser gigantes compañías a mega capitalizaciones globales, capaces de mover las economías del mundo y afectar los índices bursátiles e incluso las posiciones políticas de los consumidores.
El fundamento de su exitoso negocio es simple: mantener al consumidor motivado, ansioso y conectado con ese “Me Gusta” con esa “Tendencia”. Enaltecer la satisfacción, pasó a ser clave para millones de personas que buscan saciar esa necesidad de distraerse o de generar dinero con el mínimo esfuerzo.
Una realidad preocupante y les explico por qué
Cuando para una sociedad es más valioso el movimiento de caderas publicadas en Tiktok, Instagram o Youtube, que el trabajo y la generación de conocimiento, surge un problema, se enaltece el antivalor, lo fácil, sobre lo que requiere un esfuerzo cognitivo.
La satisfacción, la búsqueda del placer y la descarga de dopamina nos hace adictos a esa frenética conducta que algunos han sabido aprovechar.
PROCRASTINAR ES RENTABLE
El Dr. Piers Steel economista de la Universidad de Calgary en su libro “Procrastinación” deja claro que esa necesidad de dopamina está generando problemas enormes en la sociedad.
Sólo en Estados Unidos, se dejan de generar 1200 millones de dólares al año por procrastinar 2 horas al día, una tendencia que está creciendo, no sólo en este país.
El frenético ciclo de la procrastinación no se agota. Por una parte, las grandes compañías buscan impulsar sus marcas y servicios a través de las redes sociales, cada vez más utilizadas en el mundo.
Por la otra, tenemos a un grupo de personas, los llamados “influencers” que a partir de hacer “prácticas virales” no necesariamente didácticas o motivacionales, han alimentado al monstruo,con contenido que divierte, entretiene y satisface a sus audiencias.
Por la otra tenemos al consumidor, que con sus me gusta, reproducciones, descargas y clics en servicios, hace rentable el modelo de negocio y claro está le genera una enorme cantidad de dinero a las empresas de internet, anunciantes e influencers.
Este punto es importante porque genera desmotivación. Cuando se reduce al estudioso, al científico o al deportista. Cuando se enaltece al influencer millonario que exhibe sus nalgas en Youtube, sus hábitos alimenticios o simplemente su carencias intelectuales se hace un daño enorme a la juventud.
¿De qué vale estudiar y trabajar si no hay dinero en ello? Es un pensamiento muy repetido entre jóvenes que se desmotivan y simplemente no ven necesario esforzarse.
El monstruo de la procrastinación se alimenta así mismo, como el Wendigo, el espíritu maligno de la mitología algonquina que se alimenta de sí mismo y de los demás.
Nuestro Wendigo es insaciable y está lejos de dejar de consumir y consumirse. Los números lo dejan claro:
Para este 2024 el gasto global en publicidad en redes sociales alcanzará los $268 mil millones, según datos de Tride Technology. Facebook, Instagram, TikTok y YouTube son las plataformas que más ingresos generan a través de la publicidad.
Son estas plataformas las que pagan a los influencers. Se estima que este año, todo el universo de generadores de contenidos reciba 21 mil 100 millones dólares por hacer lo que hacen, que repito, es simplemente alimentar la ansiedad y la búsqueda de placer de los consumidores.
En total, el mega negocio que generan alrededor de miles de millones de usuarios conectados a internet y los servicios sociales superará este 2024 los 300 mil millones de dólares.
Un negocio que es enormemente seductor para millones de personas que quieren algo de este lucrativo pastel.
SIN ESPACIO PARA LOS ESTOICOS
Lejos de tomar correctivos para evitar que el Wendigo de la procrastinación siga avanzando poco o nada se hace para aprovechar el impacto de la era digital para mejorar y motivar a la gente a hacer y crear innovación.
Los algoritmos que alimentan las redes sociales, los servicios de streaming y las búsquedas en internet, simplemente están hechos para generar dinero. Su ética es distinta. Los metadatos se emplean para orientar las tendencias que están generando dinero o aquellas donde el anunciante está poniendo sus intereses.
Es por ello que el contenido creativo, el que intenta ser luz en medio de la oscuridad es tan poco valorado. Saliéndome un poco de las “teorías conspirativas”, no creo que este poco valor se realice con la intención de afectar a estos estoicos creadores de contenido.
Simplemente, el algoritmo no se diseñó para fomentar la creación y estimular la conciencia. Su objetivo es hacer dinero, a partir del mínimo esfuerzo, para alimentar a una audiencia que está sedienta de dopamina.
No es una audiencia con necesidades de formación y capacitación. Allí el éxito del Wendigo de la Procrastinación.
A estos creadores estoicos, solo les queda hacer un esfuerzo sobrehumano, invertir mucho dinero y arriesgarse, para que en algún momento su contenido sea atractivo. Pocos lo logran, pues hacerlo requiere mucho sacrificio y gastos que no se recuperan.
A quienes se atreven a hacerlo mi reconocimiento. Algún día, cuando hacer lo correcto sea rentable, verán bien remunerado su esfuerzo.
¿CUÁNDO ACABARÁ EL NEGOCIO DE PROCRASTINAR?
Hay mucha literatura, impresa y digital que nos advierte de las consecuencias de la procrastinación. Sabemos que al perder el tiempo, perdemos dinero o dejamos de generarlo.
Algunos estudios advierten que podríamos ser 40% más productivos si dejamos de procrastinar. Y creo que allí enfocaré mi perspectiva de las consecuencias de este flagelo.
En algún momento, espero que sea más temprano que tarde, las naciones, las empresas y los anunciantes comprenderán que es mejor estimular la productividad que la satisfacción inmediata.
Esto, estimo pasará cuando el dinero que se genere sea menor al dinero que consume en estas plataformas. Ocurrirá cuando las empresas se den cuenta de las consecuencias de tener empleados improductivos o menos productivos.
China, por ejemplo, ha sido la primera de las naciones en detectar el problema. La segunda economía del planeta, ha visto como los más jóvenes dejan en números cada vez más elevados los puestos de trabajo.
Han visto niveles exagerados de chicos jugando videojuegos en exceso, accediendo o generando contenidos sociales. Los números son tan elevados, que China detectó una amenaza real a su productividad en la próxima década si no tomaba cartas en el asunto.
Sin embargo, como buen sistema autocrático, el Gobierno chino cree que a través de leyes, decretos y sanciones logrará acabar con el Wendigo de la Procrastinación.
Estimo que la única derrota real a este flagelo llegará con el estímulo a lo correcto. Cuando hacerlo sea rentable, lucrativo y socialmente reconocido, se llegará inevitablemente al fin de un monstruo que se construyó hace miles de años, cuando comenzamos a beneficiarnos de nuestro conocimiento, pero que ahora, se exacerbó a niveles preocupantes.
Volviendo al doctor Piers se calcula que entre 15 y el 20% de las personas procrastina de forma consciente. Los estudiantes serían los más afectados, según el doctor un 95% de ellos posterga las tareas escolares.
Postergar incrementa el estrés, la ansiedad e incrementa las posibilidades de que el desempeño académico o profesional no sea óptimo.
La tendencia sigue creciendo. Estimo que con el uso que estamos dando a la Inteligencia Artificial Generativa y los miles de millones de dólares que los gigantes de internet y de la procrastinación están invirtiendo en esta tecnología, el flagelo crecerá inevitablemente.
También espero que cuando esa “masa” de usuarios comience a ser menos productiva veremos un cambio, espero que para hacer lo correcto.
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